Hoy es Sábado Santo, y Motril huele a hermandad de barrio con mayúsculas.
Ante todo quiero comenzar mostrando en nombre de todo el equipo de Gobierno y en el mío propio, mi total y absoluto apoyo a la Cofradía de la Vera Cruz por el percance que sufrió ayer en su Estación de Penitencia y en la que la base de sujeción del Cristo de la Expiración se rompió y tuvo que ser portado a hombros.
Asimismo mostrar, dentro del percance, nuestra satisfacción por el estado de salud de los costaleros que sufrieron este incidente.
Hoy es Sábado Santo, y Motril huele a hermandad de barrio con mayúsculas, pues es, dentro de todos los recorridos, el más claramente diferenciado y que se aleja de forma patente del mismo para adentrarse en el centro de la ciudad despidiéndose de sus calles y sus vecinos.
Hoy, me vais a permitir que lo diga, es un día especial. 
Porque este es mi barrio, y esta mi cofradía. Por eso, en la solemnidad del cortejo me resultará inevitable verme en ese ambiente de niña recorriendo las que fueron las calles de mi infancia. Calles de puertas abiertas, de vecinas en las puertas y de aromas añejos que sin duda a más de uno nos emociona.
Capuchinos es así, especial, igual que su gente…
Y en esas calles de la infancia, traídas ya a la modernidad, paseará el Santísimo Cristo Yacente y la Virgen de la Soledad.
Un Cristo Yacente que en mi retina, a ratos irá imponente en su recio paso con el brioso andar que le imprimen sus costaleros, y en otros momentos, seguramente en una parihuela a pie de calle con sus tres Marías acompañándolo.
Y en ello, dentro del cortejo, la Chía, que tanto respeto impone, por lo que representa su imagen, pero que precisamente para los niños del barrio era algo característico e identificativo, lo que nos hacía, tenerle «menos miedo» que el resto de los niños.
Y el colofón del cortejo, la Emperatriz de Capuchinos, (permitidme decirlo así, porque la Reina es la Divina Pastora), que siempre elegante con su cruz a la espalda como faro y guía de la cristiandad, irá surcando las calles cerrando el cortejo, mostrándonos la senda de vuelta a nuestro barrio.
Os animo a recibirlos en la salida, a emocionaros a su paso por su Iglesia de la Divina Pastora, a arroparlos en Carrera Oficial, pero sobre todo, a acompañarla en ese “éxodo” al centro y su posterior emocionado regreso.
Así, antes de las doce de la noche, antes de que sea Domingo y el Señor de la Borriquita, de la Oración en el Huerto, del Perdón, de la Salud, del Gran Poder, de
Pasión, Nazareno, Buena Muerte, Expiración, del Santo Sepulcro o Yacente de Capuchinos, haya resucitado, mi cofradía estará ya recogida.